Dicen las calles que es verdad y ya no
es sueño. Que dejé mi vida sobre ellas y sólo saben que llorarme y
acusarme, desmentirme, recordarme. Me observaron tanto tiempo que si
hablaran... ¡Madre mía, si hablaran! Serían pesadillas que sumadas
al insomnio se reproducirían hasta la locura absoluta. Demencia
engendrada.
Hoy he paseado por sus calles y
calladas me han mirado con esos ojos de nostalgia. Paseando en sepia
y gris de la mano de nadie, y es mentira. Es mentira que no fue vida,
y miento si me niego, si olvido apagando la luz. He acariciado los
muros que soportaron el peso de una pasión entristecida por la
imposibilidad, que recibieron golpes y arañazos, caricias
despedidas. Árboles que alimentaron las palabras que hoy resuenan en
mi silencio inmutable, aquellas con las que nos destrozábamos.
Pronunciadas y no. Y es hoy cuando después de ayer siento que es
septiembre otra vez, como siempre; y tu frío, y el mío, y el suyo y
el vuestro se unen en suspiros de un otoño cercano.
No deberían haber más lágrimas. Pero
las sonrisas no me representan... Que yo echo de menos mis calles y
mis callejones en los que el corazón corría de arriba a abajo
asustado y gritando.
Sonrío si lo pienso, es verdad. Pero
sólo es pasado jugando a ser presente, y ese puesto está ocupado en
cada instante que sucede. Y suceden tantos...
¿Qué te voy a decir que no veas en
mis ojos?
Sé que algún día, por más lejos que
partamos, por más olvidos que compremos al Diablo a cambio de todas
las almas que ya vendimos, por más que atente el tiempo contra el
asfalto, volveremos a esas calles para llenarlas de recuerdos.
Prometido.
(Imágen de Brunilde, una artista de Deviantart)
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