martes, 6 de abril de 2010

Metamorfosis escarlata

Esa noche andaba sola. Sola por las calles tintadas de un negro tan intenso que lograba mantener mi mente distraída durante unos breves segundos en los que nada existía, nada permanecía ni desaparecía. Completamente vacía era la imagen que sin formarse ahora era lo único que podía salvarme de aquel abismo en el que me encontraba de cabeza, al que había llegado con mis propios pies. Tranquilidad durante unos breves segundos en los que sabía que el fin se acercaría pronto ante mis ojos ahora absortos en una nada tan profunda como encantadora.

Lástima no poder permanecer en ella, una verdadera lástima...

A lo lejos una luz. Recuerdos lejanos de un escenario, las luces en la cara cegando a los actores ante el público, inexistente ante sus refulgentes ojos, fuego ardiente en sus corazones. Sentimientos que llenan esas mentes inquietas y luchadoras. Los mismos sentimientos que le fueron negados a la mente inquieta y luchadora de la pequeña Clodette.

Vuelve a la realidad. Los focos se convierten en unas potentes luces de automóvil, el entusiasmado público en una silueta oscura, una sombra siniestra al volante que deteniéndose ante la joven la deslumbra confundiéndola, una vez más. Ya no hay actores en esta escena, solo una melancólica marioneta que de nuevo, bajo la luz del escenario improvisado, intenta satisfacer a su público para poder vivir en un mundo donde soñar cuesta más de lo que debería, donde el que elije el destino del protagonista no es el escritor, sino nuestro público. En este mundo donde olvidamos que el arte no es una forma de sobrevivir, sino una forma de vivir, de vivir intensamente, de sentir, de amar, de odiar, volar... ¿Es que nos hemos olvidado tanto de lo que realmente somos, de lo que realmente podemos hacer? ¿Qué estamos intentando? ¿Tan insensatos somos que no lo vemos? ¿Qué pasa...? ¿¡Qué está sucediendo!?

No puedo entenderlo...
Simplemente no puedo. El mundo se ha vuelto loco, y como la marioneta que soy (sin quererlo) bailo a merced de mi titiritero una y otra vez. Pero ahora digo ¡b
asta! Nunca quise estar sujeta a esos hilos invisibles que guían mis pasos. Nunca... nunca... ¡Y nunca más...! de ningún modo deseo permanecer en este deplorable estado.

Quizás la pequeña Clodette bailó mucho tiempo bajo la mano de aquél público obsceno, quizás demasiado. Noche tras noche...
Deseando ser la dueña de su propio talento, deseando ser la actriz y no la marioneta dirigida, salir por su propio pie al tablado sin preocuparse por nada más que su actuación, por su obra, su vida...
Pero ha llegado el momento. La pequeña Clodettee coge unas tijeras al otro lado del telón. El teatro está vacío, reina el silencio y una absoluta lobreguez alrededor de la muchacha que corta con esmero los hilos que la mantenían encadenada a la necesidad, al mundo que le obligaba a sobrevivir noche tras noche, a un mundo de dementes insensatos que han olvidado por completo lo que es vivir sin ni siquiera darse cuenta. Ya no necesitaba entenderlo, ni entenderlos, pues no hay hilos.

Despierta el Sol como cada mañana. El portero abre las puertas del teatro. Algo le inquieta, el telón está alzado. Se acerca al escenario con suma atención. El cuerpo de una muchacha yace sin vida sobre las tablas manchadas de una fina capa escarlata. Unos finos hilos carmesí brotan de sus álgidas muñecas perdiéndose entre la madera, junto a ellos unas tijeras. Una inquietante y plácida sonrisa dibujada en el rostro de Clodette.

5 comentarios:

PinKbutTerflY dijo...

Como me ha gustado este texto. Muy intenso, perfecto.
Llegué por acá de casualidad y la verdad es que quedé sumamente sorprendida al verme en tu lista de Webs Interesantes. Realmente es un honor muchas gracias.

Yo volví a escribir en mi blog después de tanto tiempo y la verdad es que ya me hacía falta. Así que nos estamos leyendo.

Por supuesto que te sigo.

un abrazO.

Anónimo dijo...

Muchas gracias por tu opinión =)

Seguimos leyendonos ;P

Besos =)

Isidro R. Ayestarán dijo...

Precioso blog,
sinceramente emovito.
Te felicito, prometiéndote el profundizar en todos tus escritos.

Un saludo enorme
Isidro
(Absenta Poetas)

Verónica Avilez dijo...

Me ha encantado el texto. Qué ganas de ser como Clodette y coger las tijeras y hacer lo mismo que ella.

Es un honor que veas mi blog y lo comentes. La canción que te ha gustado es de Regina Spektor, y se llama Après-moi.

Un beso! :)

Finn dijo...

Guau... es escalofriante.

¿A Clodette la dejaron elegir?

Qué triste final.