lunes, 25 de julio de 2011

Entre paredes de color sepia


Me despierto de nuevo con esa extraña sensación en el cuerpo. Noto un dolor agudo en la espalda, lo que me hace ver que estoy tumbada en un duro y frío suelo que no reconozco. Me froto los ojos pero no veo con más claridad, una especie de bruma me envuelve mezclada con la oscuridad. ¿Cuánto tiempo llevo allí? Solo un fino rayo de luz se atreve a penetrar en aquel extraño lugar a través de un pequeño agujero en lo alto de la pared, cuarteada, llena de suciedad, digna de la más antigua de las fotos. Si no fuera por que apenas llega luz juraría que el paisaje que me envuelve ha olvidado el color, que solo entiende de tonos sepia en el ambiente.

Me incorporo para analizar el lugar, no sin dificultad, y me encuentro un pasillo largo, vacío. Los años no han podido acabar con las paredes agrietadas, doloridas... que quejumbrosas crujen bajo su propio peso, amenazando con desplomarse de un momento a otro. Es un pasillo infinito ante mis ojos, solo veo una lúgubre opacidad al otro lado del mismo, como si de las fauces de una bestia se tratara. No hay más decoración que la madera desnuda, aunque sí las sombras de la que lo ornamentaba antaño, joven y bello, espléndido.

La madera vuelve a crujir al pasar la mano por una de las sombras que adivino como una antigua pintura. Siento la imperiosa necesidad de salir de aquel lugar, de continuar el pasillo hasta el final, así que me dejo llevar por una dulce melodía que parece sonar a lo lejos. Avanzo poco a poco, como en trance pero el pasillo es demasiado largo, quizá sea demasiado angosto. Empiezo a caminar más deprisa mientras la madera vuelve a chirriar bajo mis pasos. ¿No se acaba nunca este pasillo? Sigo la única trayectoria posible cada vez más ansiosa, al borde de echarme a correr, pero entonces vislumbro algo. La oscuridad del fondo pronto se transforma en un esbozo de una pared en la que espero encontrar la salida. Pronto la alcanzaré, pronto...

Algo me hace parar en seco apenas a unos metros de la pared.

No hay nada.

Es una simple pared vacía, sin una puerta, ni ventanas, sin una sola sombra de nada.

Un callejón sin salida.

No puedo aceptarlo y, en mi locura, grito a las paredes que me oprimen más que nunca, grito desesperada llena de rabia e ira, y me duele. Me duele el cuerpo y deseo explotar en medio de aquel infierno. Golpeo aquella pared sin ninguna esperanza, con lágrimas en los ojos y entonces la escucho. La débil melodía suena al otro lado de la pared entre el silencio que ha acallado mis gritos. Deseo alejarme de allí y corro hacia el lado contrario, confusa y exasperada, volviendo a pisar mis propias huellas en el polvo sepia. Corro hacia la misma oscuridad de la que procedo hasta que se acaban mis pasos, hasta el lugar donde desperté.

Algo me deja inmóvil en aquel sitio. Caigo de rodillas mirando sin poder parpadear una gran puerta en la pared que había visto mi despertar. El silencio de mi asombro introduce una dulce música al otro lado de la puerta...


Continuará...


[[Imágen de MaryPoppinss, artista de Deviantart]]


1 comentario:

Jorge Pitarch dijo...

Esperaré con paciencia la siguiente parte.

No te fíes de la música ni de las paredes.