domingo, 14 de diciembre de 2008

FRÍO...

¿Qué pasa?

Tengo frío...

No se si es por este invierno, no se si es por esto que siento, pero tengo frío. Es un frío penetrante. Apenas siento la sangre correr por mis dedos... por mis manos... Apenas siento los latidos de mi corazón. Como cada día voy avanzando como puedo, pero esta vez es diferente. Ese frío se va esparciendo por mi cuerpo lentamente, dejándome sin salida frente este cruel e inacabable laberinto. Cada vez siento el dolor más y más adentro, más y más profundo y agudo. Ese dolor que trepa por mi cuerpo junto al frío.... que tinta mi sangre con la oscuridad de su veneno...

No puedo aguantarlo más.

Como puedo, con las casi extinguidas fuerzas que me quedan, salgo a la helada noche. Avanzo... y en un callejón, seguramente cerca de la playa puesto que me parece escuchar débilmente las olas del mar rompiéndose violentamente contra las rocas, me dejo caer.

Yaciendo allí apoyada en la pared, en el suelo, dirijo mi mirada arriba.

Luna llena.
Siento como mis ojos se llenan de esa luz cegadora y, al momento, solo hay oscuridad.

Oscuridad y dolor... y frío... y ira...

Los sentidos me abandonan, me dejo llevar por el hechizo de la luna, un hechizo que penetra asta el rincón más profundo de mi cuerpo, un hechizo que me llena de una extraña fuerza...

Me levanto.

Algo me atrae... algo llama a mis sentidos...

Ese olor...

Mi cuerpo, como fuera de sí, avanza rápidamente por los callejones en desesperada búsqueda, ansioso por encontrar el origen de su deseo.

Allí estaba...

Esa joven andaba sola por un oscuro callejón...

Mis ojos ya no podían ver, estaba completamente cegada...

Sentí un apetito voraz, ira, dolor, frío... ¿frío? ¿O era calor?

Junto a la ira... el dolor... el frío... sentía algo más.

Era aquel sabor...

Aquel sabor que embriagaba mi mente, un sabor férreo, saldo y tan dulce a la vez...
...

Al día siguiente me desperté en aquel callejón. Esta vez estaba menos oscuro, el sol estaba saliendo y mi cabeza parecía que iba a reventar.

Mire alrededor.

Una imagen detuvo mi corazón por segundos. Mi cuerpo no respondía y creía que iba a enloquecer.

Deseando que aquella imagen desapareciera me cubrí los ojos con mis manos.
Noté un tacto húmedo junto a un olor fuerte y férreo...

Inmediatamente aparté las manos de mi rostro y mis ojos, incrédulos, intentaban rechazar lo que se estaba proyectando en ellos... mis manos temblaban recubiertas de aquel líquido carmesí, el mismo líquido que recubría lo poco que quedaba de una muchacha en el suelo ante mí, el mismo líquido del que yo misma estaba recubierta...

El mismo líquido que sentía ahora en mi boca...