martes, 29 de mayo de 2012

Abatidos


Sentada en la nieve de un callejón sin salida admiro expectante la gente pasar entre las únicas dos paredes que me abrigan.

No hay nada más... Me digo en un susurro débil, inaudible.
Todas esas personas pasando rápidamente hacia sus casas con sus familias, quizá van de camino a una tienda o simplemente pasean bajo la nieve que cae sosegada y sentenciosa, pensativos. Pero no vuelven su cabeza hacia el callejón, invisible para ellos y su día a día, una decoración más sin importancia en cada una de sus vidas marchitas que ni siquiera tratan de revivir.
En su último aliento se han ocupado de llenar sus vacíos de objetos inservibles cual enfermos, fingiendo qué aún les queda un ápice de sentimientos bajo sus máscaras. Miran con sus ojos cerrados y ven el mundo perfecto que ellos mismos han creado, sin violencia, sin fealdad, sin diferencia...

… sin amor.

Y es ese mundo el que dejan en herencia a sus hijos que, como yo, tuvimos que aprender a sobrevivir en la mentira de un engaño más grande que nuestro propio ego impuesto.
Luego vino la lucha continua, prehistórica, de la ley del más fuerte.

La envidia. El odio. La ira.

No supimos como reaccionar ante tanta crueldad mutua y nos encerramos en las jaulas que heredamos de nuestros padres. Bellísimas jaulas de hierro oxidado y astillado, maravillosamente decoradas con rosas rojas y sus espinas...

… herían.

Bajo la apariencia de perfección nos herían los ojos, las manos... E hinchados, purpúreos y dolientes permanecimos en ellas, inmóviles.

Perfectos.

Fuimos hermosos en aquel paraíso postizo.
Hasta que nos dimos cuenta.

Cobró la resignación todo el protagonismo, y el miedo. Nadie osó moverse de su celda, escogiéndola ante la idea de un mundo que no conocían. Fuimos pocos de nosotros los que aceptamos el cambio y golpeamos con fuerza el hierro oxidado, las esquirlas desgarradoras y las espinas penetrantes. Entre gritos de dolor y rabia rompimos la falaz realidad heredada y nos dispersamos solitarios por el nuevo mundo contradictorio en el que me encuentro.

Ahora, sentada en la nieve de un callejón sin salida admiro expectante la gente pasar entre las únicas dos paredes que me arropan. Sin más abrigo que mi piel desnuda, pálida y amoratada. Hinchada por los golpes y el frío, herida por las mentiras, cansada de las esperanzas de futuro. Desde aquí veo a los que se quedaron en sus radiantes cárceles, a sus hijos y a sus nietos llevando sobre ellos el mismo peso que continúan heredando de sus padres, de los nuestros...

Nosotros jamás tuvimos hijos. Permanecemos condenados a la soledad, vagando como etéreos dementes por los callejones abandonados de barrotes. Abatidos.

[[Imagen arriba: "Tell me I'm frozen" de TalianaChastaya // Imagen abajo "Frozen rose" de Mv79]]