miércoles, 23 de julio de 2008

NOCHE DE PASIÓN

Esa noche el cielo lucía un delicado manto de estrellas iluminado por una enorme luna llena que bañaba la ciudad con una hermosa luz blanquecina, cuya belleza penetraba por la ventana y acariciaba tiernamente el cuerpo semidesnudo de Selena, bañándola de una pura inocencia. Ella estaba recostada en la cama, vestida únicamente con un camisón que marcaba insinuantemente sus pechos bajo esa suave seda negra que hacía que mi mente se sumergiera en sus más prohibidos rincones... Su cabello, largo y ondulado, caía libremente por encima de sus hombros encendiendo en mí una enorme pasión con su color, su color rojo como el fuego que ahora ardía en mi corazón inextinguible. Sus ojos verdes me invitaban a cometer las travesuras más impensables, mientras me susurraba con una voz cautivadora:

"Ven... hazme tuya..."

Yo me acercaba a la cama llevado por el deseo, por esa imagen que ahora me atraía con su lujurioso encanto. Me dejé llevar por el hechizo que Selena había desencadenado sobre mi cuerpo, ahora ya no había vuelta atrás. Suavemente acariciaba su cuerpo mientras su piel de terciopelo se estremecía bajo mis manos, provocando que la deseara cada vez más. Poco a poco, fuimos quitandonos la ropa que ahora sobraba en la escena. Nuestros cuerpos se rozaban entre ellos haciendo que cada vez sintiéramos más y más calor. Un calor que sus labios hacían que olvidara, fundiéndose con los mios en ardientes besos que aspiraban a ser eternos... Esos besos que ahora recorrían ansiosos cada rincón de su cuerpo y hacían que Selena se estremeciera de placer, repitiendo una y otra vez lo loca que la volvían. Ya no podíamos aguantar más, así que le susurré un "¿Estás lista?" en el oído mientras besaba tiernamente su cuello. Nos miramos. Mis ojos se reflejaron en esos preciosos ojos verdes que tanto amaba y ella movió sensualmente sus labios formando la deseada respuesta.

"Sí ..."

Entonces llevados inocentemente por los besos, inexpertos por el deseo, juntos por el amor, lo hicimos. Empecé a entrar en ella lentamente, por miedo de lastimarla, al tiempo que ella soltaba un pequeño grito mezcla de dolor y placer. Yo le preguntaba una y otra vez si le dolía, si se sentía molesta... Pero ella siempre me respondía que siguiera, que no me preocupara. Así que seguimos. Las horas pasaban lentamente mientras nuestros cuerpos se unían una y otra vez bajo las sábanas. Poco a poco nuestra respiración se incrementaba al ritmo de nuestros cuerpos, acelerando cada vez más y más, haciendo que Selena se retorciera bajo mi cuerpo llevada por el embrujo que esa noche había caído sobre su alma.

Susurros de palabras prohibidas llenaban la habitación, caricias ocultas nos descubrían nuevas puertas hacía el paraíso, besos desenfrenados hablaban por nosotros esa noche en la que los dos yacimos juntos por primera vez.

Como tantas veces habíamos deseado, como tanto habíamos esperado...

Yo seguía adentrándome en aquel paraíso mientras los gemidos de Selena iban transformándose en audibles gritos en los que me repetía una y otra vez que me amaba. Deseaba que nuestros cuerpos se fundieran, que sus labios fueran los míos. Mi lengua iba acariciando sensualmente la suya, bajando luego por su cuello para llegar al fin a sus perfectos pechos de marfil. De pronto, Selena puso sus manos en mis hombros y me tumbó en la cama mientras ella se colocaba encima mío. Me besó tiernamente y volvió a unirse a mí una vez más, pasando así de ser la esclava a ser la dueña de mi cuerpo. Ella se movía sensualmente encima mío como si de una serpiente llena de pasión se tratara mientras me arañaba salvajemente los brazos, el pecho, las mejillas... con sus largas uñas. Todo parecía dar vueltas a nuestro alrededor, ya nada importaba. Solo estábamos ella y yo, movidos por el deseo, en aquella cama, gritando de placer, retorciéndonos sin parar. Yo la deseaba cada vez más y más, deseaba que esa noche no acabara, deseaba que ella se quedara siempre conmigo, deseaba... yo deseaba...

En ese momento su cuerpo se estremeció encima del mío temblando de placer a la vez que un último grito puso fin a aquella inolvidable escena.

Ella cayó sobre mi cuerpo abatida. Yo la abracé y la besé notando su agitada respiración y su corazón latiendo fuertemente dentro de su pecho. Ahora ella estaba apoyada en mi pecho, yo acariciaba su pelo rojo que se enredaba en mis dedos, mientras dos palabras despedían aquella noche, dando la bienvenida a un nuevo día.

"Te amo..."

jueves, 3 de julio de 2008

EL ÚLTIMO ADIÓS

El despertador volvía a sonar estridente esa mañana. Lo miré. Marcaba las 7:30 de la mañana y, como de costumbre, me levanté un poco somnolienta para dirigirme a la cocina. Mientras la cafetera cumplía su función miré el portátil:

"Un mensaje recibido"

No me sorprendió demasiado encontrar un correo de Jose en la bandeja de entrada, así que cogí el café ya listo y me dispuse a leerlo con tranquilidad.

"Querida Ana:

Se muy bien que es tarde para decirte esto, también se que hubiera sido mejor decírtelo en persona y no de esta manera. Pero no ha podido ser. Ante todo, lo siento.

Tengo que irme. Me voy. Me voy lejos de aquí.

¿Dónde? No lo sé... ¿Cuándo? El tren sale mañana por la mañana, a las 8:00.
Te preguntarás cuando volveré....

Lo siento Ana, lo siento mucho, pero no tengo elección. Ya lo he decidido. Me marcho, y no se cuando voy a volver. Puede que sean semanas, meses, o incluso años...

Se que estarás enfadada. Puede que incluso no me llegues a perdonar nunca. Lo entiendo. He sido cruel contigo. No merezco tu perdón...

Pero quiero que sepas, que por más kilómetros que me separen de ti, mi corazón siempre será fiel al tuyo, aunque encuentres a otro al que amar yo siempre te amaré a ti, Ana...

Pase lo que pase... siempre te querré.


Siempre tuyo:

Jose.

P.D: No llores por favor, se fuerte. Lo último que me gustaría es verte llorar. TE AMO."

¡Hijo de puta...!¡Cabrón...! ¡¿Cómo podía estar haciéndome eso?! Yo... lo había dado todo por él y ahora... No pude evitar que los ojos se me llenaran de lágrimas mientras enfurecida gritaba al portátil cómo si a través de él mis palabras pudieran llegar a ese desgraciado que me abandonaba cómo si yo solamente hubiera sido un simple pañuelo. Me usó. Me usó y ahora me dejaba tirada. Los dos sabíamos que no iba a volver. No tenía ningún derecho... Yo... yo...

Tranquila...

¡¿Cómo voy a estar tranquila?!

Relájate...

¡¿Relajarme?! ¡¿Qué hora es?!

Entonces miré el reloj. Las 7:45. Aun quedaba tiempo. Solo tenía que ir a la estación y hablar con Jose. Seguro que sería capaz de convencerlo de que se quedara aquí, en Barcelona, conmigo... Tenía que salir rápido. No podía entretenerme.

Salí de casa a toda prisa y me metí en el coche. Menos diez. Aun quedaba tiempo. Pisé el acelerador con fuerza y me dirigí velozmente a la estación. No quedaba muy lejos de casa, así que aun quedaba alguna esperanza de poder hablar con Jose.

Llegué a la estación. Menos cinco, el tren estaría a punto de marchar. Aparqué el coche y bajé de él tan rápido como pude, apresurándome hacia el andén. Acalorada y fatigada llegué al fin al lado de las vías. Miré a ambos lados esperando encontrar a Jose por alguna parte. Nada. Mi mirada se perdía entre la multitud buscando una figura que temía no volver a ver nunca. Aquellos ojos color miel, aquel pelo castaño, aquella sonrisa embelesadora...

¡NO!

Me negaba a perderlo ahora. Me negaba a hacer como que no había existido nunca. Me negaba a abandonar sus caricias, sus abrazos, sus besos, sus labios... ¡Dios! ¡Le amaba tanto! Esto no podía estar ocurriendo...

Un pitido devolvió mi mente a la realidad. El tren partía. Ya no había más tiempo. Todo había terminado. No quería aceptarlo, no podía. Pero tampoco podía hacer nada.

Las 8:00.

Entonces lo vi, lo vi por última vez. Jose estaba sentado en el tren que ahora se acababa de poner en marcha, listo para partir hacia su nuevo destino. Tenía la mirada perdida y parecía estar observando algo en sus manos. No me atreví ni a intentar imaginarme qué podría estar captando su atención de esa manera. Aunque yo lo sabía muy bien. No podía ser otra cosa...

Me quedé petrificada mirando por última vez al que tiempo atrás me había jurado su amor. A la persona que tiempo atrás me repitió una y otra vez que siempre permanecería a mi lado. A la persona que ahora se marchaba sin más despedida que un correo...

Vi el tren desaparecer poco a poco hacia el horizonte. Llevándose consigo una parte de mí, un trocito de mi corazón, una cacho de mi alma. Ese tren, al partir, se llevó mi felicidad, mis ganas de vivir.

Mis ojos se humedecieron pese a la petición que Jose me había hecho en el correo...

"P.D: No llores por favor, se fuerte. Lo último que me gustaría es verte llorar. TE AMO."

Al recordar sus palabras, su "TE AMO", no pude evitar que las lágrimas resbalaran por mis mejillas. Tube ganas de gritar y echarme a llorar como una loca, de gritarle a Jose todas las palabras que ahora rondaban mi mente. Tube ganas de tirarme a las vías del tren y acabar así con ese sentimiento que no me dejaba respirar...

Pero en cambio allí me quedé, inmóvil. Mirando el horizonte. Esperando algo que sabía que era imposible. Despidiéndome del que se supone era, o mejor dicho, fue mi gran amor. Cegada por mis lágrimas. Atravesada por el dolor. Sangrando el corazón.

Hasta nunca...

martes, 1 de julio de 2008

"LE BORDEL LUXURE" Cap. 3 --- Decepción

El espectáculo terminó, y Jack permanecía inmóvil en su mesa, aun asombrado por lo que acababa de experimentar. Esa belleza acababa de conseguir algo que nadie había conseguido desde hacía mucho tiempo. Jack juró hace años que no volvería a enamorarse, juró que nunca más quedaría impresionado por una mujer, juró que nunca más entregaría su corazón a nadie. Desde ese momento Jack estuvo con muchas mujeres, princesas de la noche que ofrecían su magia por una buena suma de dinero. Eso era lo que conocía hasta el momento Jack. Pero esta vez experimentó algo diferente. No lo movía la lujuria, ni el placer, ni siquiera el deseo. Era un sentimiento completamente diferente.

Jack temía volverse a haber enamorado una vez más así que decidió salir de allí a toda prisa e intentar olvidar el asunto. Así, salió una vez más a la fría y oscura calle, y se puso a andar hacia su casa de nuevo. Sus pies avanzaban como arrastrados por una fuerza exterior, ya que ahora su cabeza volaba pensando una y otra vez en la bella cabaretista que había causado aquél sentimiento en él. Llegó a su casa, abrió lentamente la puerta, colgó la gabardina y el sombrero detrás de la puerta y se acostó sobre la cama intentando conciliar el sueño y así olvidar a la bella Samantha. Pero le fue imposible, cuanto menos quería pensar en aquello, más imágenes le sobrevolaban la mente. Samantha se movía sensualmente en su cabeza, contoneando sus caderas, cantando con su voz desgarradora, invitándole a seguirle, a ir con ella...

¡Basta!
Jack se despertó de un sobresalto. Miró el reloj. Las 22:15. No era tan extraño al fin y al cabo, otras muchas veces se había quedado todo el día durmiendo. Jack siempre había preferido la noche así que no le importaba. Lo que realmente le inquietaba ahora era esa mujer que había capturado su mente. Jack se estaba volviendo loco, no podía parar de pensar en ella, tenía que mantenerse ocupado o de lo contrario pasaría lo que una vez juró que no volvería a pasar. Tenía que volver a verla, tenía que hablar con Samantha.

Así pues, Jack volvió a dirigirse al Bordel Luxure esperando a que esa belleza volviera a actuar. Llegó una vez más a la puerta, entró y dejó su gabardina y su sombrero en recepción. Pero esta vez no fue directamente al salón de espectáculos, sino que probó suerte intentando colarse en los camerinos y así poder hablar con la pequeña joya. Quizá fue un golpe de suerte, pero en ese momento Jack vio que tenía vía libre y avanzó cauteloso hasta una puerta donde pudo leer un nombre que hizo que una flecha le traspasara el corazón: Samantha. Allí estaba su camerino, y allí debía estar ella, preparándose para el fabuloso espectáculo. Jack llamó a la puerta y un voz femenina respondió desde dentro.

-¿Si?
-¿Samantha? - Respondió tímidamente Jack.

No se produjo ninguna respuesta, por lo que Jack pensó que había fracasado en su intento. Pero de repente la puerta se abrió violentamente acompañada de la imagen de Samantha, que empezó a vociferar de repente.

-¡¿No te había dicho que te marcharas Ray?! - gritó algo enfadada - Oh... lo siento. Creía que eras Ray... Por cierto, ¿Quién demonios eres tú? ¿Y qué haces aquí? - Preguntó algo confusa.
-Me... me llamo Jack. Me gustaría hablar contigo.
-¿Qué eres otro fan? ¿Otro cliente? ¿Otro cazador de talentos? ¡A cuántos más tendré que soportar! - dijo con un todo teatral y acompañando estas palabras con un gesto de tragedia bastante sarcástico.
-Yo... yo no he venido a por nada de eso.
-¿A no?- preguntó interesada- ¿Y a por qué vienes entonces?
Jack vaciló unos instantes y al fin dijo:
-Venía a mostrarte lo que siento, me gustaría conocerte.

Dicho ésto Samantha soltó una carcajada y estalló en una cruel risa que atravesó el corazón de Jack, quién temía lo peor.

-¿Pero es que te has vuelto loco? ¿Es que no sabes quién soy yo? ¿Enserio te gustaría compartirme cada noche con un hombre diferente? ¿Es eso lo que querrías?

Jack no había pensado en ésto último que Samantha le había dicho, y una vez hubo recapacitado cayó en la conclusión de que por desgracia esa sería la vida que habría de elegir si pensaba enamorarse de aquella cabaretista.

-Lo se, y no me importa. No si es lo que quieres- Concluyó Jack.
-Mira cariño, esto no funciona así. Creeme, me ha pasado millones de veces. Es mejor que me olvides y sigas viviendo tu vida. Yo ya he elegido la mía.
-¡No! ¡Déjame una oportunidad! ¡Solamente una!- suplicó Jack.
-Lo siento, las cosas no son como uno las quiere - se limitó a decir mientras abría la puerta de su camerino invitándole a salir.

Jack intentó decir algo más, pero sabía que dijera lo que dijera no convencería a Samantha, así que volvió a cerrar los labios y se dirigió cabizbajo hacia la salida. No había nada que hacer y él lo sabía. Ella era una cabaretista y no se iba a enamorar del primero que viniera a pedírselo. Era del todo surrealista.

Los días pasaron lentos y horriblemente vacíos. Jack estaba tirado en su cama, ahogando toda su tristeza en un vaso lleno de whisky, intentando mantenerse distraido con las sutiles formas del humo del tabaco. Era imposible olvidar, imágenes de todo tipo acudían a su mente. Hacía días que no dormía, incluso semanas, puede que meses. El tiempo ya no le importaba. Podría haber esperado tranquilamente en esa cama infinitamente a que la muerte se lo llevara, podría haber llamado a la muerte rápidamente sin tener que esperar. Pero Allí estaba, tumbado en su cama. Volviéndose poco a poco más demente...


(¿Qué pasará con el loco de Jack? ¿Morirá? ¿Sam vendrá a por él? Si quereis que os diga la verdad... no lo se ni yo. Continuará...)